La hepatitis infecciosa canina canina es una enfermedad vírica aguda y altamente contagiosa que puede afectar a perros de todas las razas y edades. Está causada por el adenovirus canino tipo 1 (CAdV-1), y puede propagarse rápidamente al toser, estornudar y compartir superficies contaminadas. Si no se trata, la enfermedad puede provocar graves daños hepáticos y ser potencialmente mortal.
Síntomas de la hepatitis infecciosa canina
Los síntomas varían según la gravedad de la infección. En los casos leves, los perros pueden experimentar tos, estornudos y conjuntivitis (ojos rojos). En los casos más graves, los perros pueden presentar dolor abdominal, vómitos, diarrea, ictericia (coloración amarillenta de los ojos, encías o vientre) e incluso colapsos. En casos extremos, la enfermedad puede provocar la muerte súbita.
Tratamiento
Por desgracia, no existe un tratamiento específico. Los veterinarios suelen proporcionar cuidados de apoyo para ayudar a controlar los síntomas y prevenir más complicaciones. Esto puede incluir líquidos intravenosos, medicamentos anti nauseosos y protectores hepáticos. En algunos casos, los perros también pueden necesitar ser hospitalizados para recibir una atención más intensiva.
Prevención de la hepatitis infecciosa canina
La mejor forma de proteger a tu perro de la hepatitis infecciosa canina es mediante la vacunación. Los cachorros pueden recibir su primera vacunación a los 6-8 semanas de edad, y luego suelen necesitar dosis de refuerzo adicionales a intervalos de 4 a 6 semanas hasta los 16 semanas de edad. Los perros adultos deben recibir un refuerzo anual para ayudar a mantener la inmunidad. Además de la vacunación, también es importante practicar una buena higiene, como lavarse las manos y las superficies con frecuencia, para ayudar a prevenir la propagación de la enfermedad.
¿Qué órganos afecta la hepatitis infecciosa canina?
Además del hígado, que es el órgano principal afectado, el virus también puede dañar los riñones, los ojos y los vasos sanguíneos. Esta afectación múltiple puede complicar el cuadro clínico del perro, haciendo que la recuperación sea más difícil si no se actúa con rapidez.